miércoles, 5 de mayo de 2010

La nobleza del adobe Héctor Gallegos



Un alumno de la antigua Escuela de Ingenieros preguntó a don Teodoro Elmore en qué forma debía proceder para fabricar buenos adobes dando a su pregunta toda la gravedad de una consulta técnica. Elmore le respondió sencillamente: “Amigo mío, búsquese un buen adobero”.
Sumario
Construir la infraestructura nacional y urbana es tarea de ingenieros. Edificar es tarea de arquitectos e ingenieros. Ninguna de las dos es tarea de científicos o de investigadores tecnológicos y menos aun de autoconstructores sin instrucción adecuada.
La edificación requiere del seguimiento fiel de todo el proceso de diseño — método de la arquitectura y de la ingeniería—, desde la concepción del proyecto hasta su culminación, la obra terminada y, luego, de su mantenimiento y eventual reparación.
Como el adobe y el adobón (el adobe construido in situ) no fueron incluidos en la lista de materiales “nobles” por el ya desaparecido Banco Central Hipotecario del Perú, resultaba muy difícil —si no imposible— conseguir créditos para construir o hipotecar casas de estos materiales. Por default, las edificaciones de adobe eran “innobles”, “plebeyas” o simplemente inferiores.
Pero las edificaciones de adobe, adecuadamente diseñadas y mantenidas, son tan “nobles” como las construidas con cualquier otro material. Baste, para probarlo, recordar la casa del presidente Prado en La Molina, que terminó sirviendo durante muchos años como colegio de ricos y luego fue demolida para dar paso a urbes más densas. Además, los dos grandes desastres sísmicos del siglo recién pasado que son, casi sin duda, el de Ciudad de México —que dejó pérdidas materiales incalculables— y el de Tangshan, en la China, que provocó la muerte de 600.000 ocurrieron, ambos, porque comprometieron edificaciones de material “noble” (acero, concreto y albañilería de arcilla), por desgracia mal diseñadas o construidas. Sin embargo, estos materiales no fueron declarados “innobles”. Y no lo son, como tampoco lo es el adobe.
En suma, el material nunca es “innoble”; su aparente falta de nobleza proviene de para qué y cómo es usado. La cerámica, el concreto, el acero en todas sus variantes, el aluminio y el titanio son, todos, materiales igualmente nobles: la falta de ingeniería competente puede arruinar su innata nobleza. Lo mismo ocurre con el adobe.

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